Trapecistas del hambre de la muerte
subís desde la tierra construyendo
colmenas para el hombre.
Os miro en el andamio
ganando el pan diario contra el viento
y no tenéis el sueldo que en los circos
pagan a los artistas del trapecio.
Soldados del espacio sobre un hilo
manejando el ladrillo y el cemento,
siluetas golpeadas por veranos e inviernos.
Nacéis escuelas, cines, templos, casas,
las ciudades os deben vuestro esfuerzo.
Trapecistas del hambre de la muerte,
os miro con respeto.
[III,423]