1
He luchado a martillo de alfiler
intentado clavar en los papeles
mariposas de humo
y he vuelto a tropezar con alambradas
donde gritos de lentos garabatos
me robaron el sueño.
Escribo en el aire
hormigas de cenizas.
2
La nube de mi insomnio
pasea sus espejos por mi frente
y encierra en sus pasillos
las pupilas del sueño.
La nube de mi noche no tiene color.
Su música de viento golpea mi cabeza
y su vientre de blanco perro de agua
llueve gotas de arena.
Tiene un olor que suena a bosques húmedos
y sus manos de cine acarician mis párpados.
3
De mi esqueleto para abajo
nunca gané a la vida una palabra.
He buscado el silencio en un cajón de clavos
y me pongo a gritar y no me encuentro.
Bebo negro café por la mañana
y en la oficina es otro el que trabaja.
4
El color de la música
dibuja en los anillos de mis días
un alfabeto de aire.
La noche cubre los cristales
con su aliento de baba de estrellas
y las líneas del moho decoran las paredes
con mapas de países sumergidos.
Hay una momia dentro de la lluvia.
5
Puedo hacer agujeros en el libro del sueño,
mirar el candil de la casa vacía,
clavar los retratos de los muertos
que la vieja del aire besaba por las noches
y comerme la yerba del crepúsculo.
6
Miro el escaparate de las guerras.
Cada nación reseña sus banquetes
y multiplica su millón negocio.
¿Qué haremos de las armas que nos sobran?
Escupo a las naciones poderosas
que se cagan en la palabra paz
y eructan en la ONU sus hediondos discursos.
Espero no me pudran mi Guadiana.
Quiero escribir canciones al verano.
7
Vagabunda mi alma
por las calientes veredas de este julio
que aprieta entre sus manos
los limones del sol.
Desnuda
con telarañas de otoño
sobre mis hombros cansados
y las piernas espejos de las muchachas
donde miro mi cabeza cortada.
¿Mi cabeza cortada?
¿Para qué mi cabeza en esta tierra
donde adornan los cuellos
con cadenas de oro?
Vagabunda mi alma
oliendo las axilas del verano.
8
Reconozco mi cara de mejillas de fiebre.
Reconozco el espejo que la mira
y la voz de las cosas que le hablan.
En el silencio de la noche
los muebles me preguntan
por la luz de los árboles.
9
Nunca se ha vivido como se muere ahora.
Los pobres pueden curar sus forúnculos,
mirar la televisión mientras comen
sopas de caldo de consumo.
Y el Zar de todas las Rusias
nunca tuvo un poco de penicilina
para llevarse a sus infecciones,
ni una televisión para llevarse a su monóculo.
El hombre llena su inexistencia de cosas inútiles
infectando la tierra con su incivilización
y a la paloma de la paz
se la comen las naciones poderosas
en la taberna de la ONU.
El hombre del pluriempleo
se cubre con arena el nivel de la muerte.
10
Juego con gotas de agua.
El hijo me ha crecido demasiado
y su forma de monte me estremece.
Su madre tiene jóvenes las pupilas del alma.
Los tres estamos locamente vivos.
[II,514]