Canto al Guadiana

Cuando las amapolas
se comen los tejados
salgo de mi casa.
Tu piel es como un libro
cuando se lee en la cama.

Tu piel de paño líquido,
de sábana de fuente liberada,
de hamaca azul con gotas de rocío
para dormir el sueño de las aguas.

Tu piel de barca y alga consumida
por uñas de lágrimas de laca,
tu piel de sexo nieve diluido
en meses de cortinas enfangadas.

Tu boca como un beso,
tu boca de nenúfar venenoso
abierto al navegante
que muerde tu garganta.
Tu boca como beso de ortigas
que pone cinturones de agua verde
al hombre que confía en tus palabras.

Tus pechos adheridos
al liquen de frías madrugadas,
poniendo los pezones de surtidor herido,
pudriendo la boca de agua amarga.

Tus caderas de limo
lentamente resbalan
y flotan mojando nuestros muslos
de azucena manchada.

Tu vientre de oro verde,
congestionado y malva,
con pinzas de cangrejos
para morder el alma.
Tus cabellos de fibra de mercurio,
tu palabra de nana.

Porque te quiero entero
te digo estas palabras.
Amante de mis tardes encendidas
cuando el lirio del sol es una llama.
Amante de mi boca.
Amante de mis huesos
y piel saturada de lagrimones turbios.
Amante de mis muslos
que aprietan tus caderas.
Amante de mi boca
que sumerge los dientes
en tu fresca garganta
para comer blancor de nieve luna
y apaciguar mi frente con tus manos de hada.

Porque te quiero entera
te digo estas palabras.

[I,127]