Mi pie de aceite pálido,
mi mesa de calibrar la luz de los naranjos,
mi lupa escrita en agua,
mi poema de tulipán sumergido,
mi veleta de piel de aire,
mi nacimiento de párpado.
Estoy sujeto a la facilidad del mimbre,
al teletipo de mi frente encendida,
a campanarios de mercurio,
a guantes de azucena,
a pistolas de café.
He nacido rodeado de violines.
He tenido por cuna el párpado de un cirio,
un sobre sin arterias,
un jacinto sin pechos de mujer,
un jardín enterrado en el beso de un niño.
Situadme en el sur del agua,
en extracto a cisne perseguido
que pudren arcángeles de cieno.
En los pianos de las uvas,
en las venas del norte
donde el agua se asusta de morir
con estambre de paloma.
Las vitrinas del asco
tienen ojos de tigre cansado
y se acercan a mí como un beso,
como ovarios de humo,
gemidos de pieles sin curtir,
mariposas sonando en los oídos.
El azul a jardín
de un príncipe leproso
viene con retratos verdes,
con relámpagos de tiza
iluminando el monte de los huesos.
No encuentro persianas de betún
para cerrar el nombre a las bombillas.
Navego sobre un barco de sudor
y un alacrán de plata mercuria mis pupilas.
El emblema del sueño me aprisiona
en cruces de medallas,
busca norias de talco
para llenar mi cama de agua blanca
y acariciar mi frente con uñas de bujía.
El emblema del sueño
como un gato sonámbulo
quema el pulso de mi sangre.
[I,70]