La poesía

Se introduce en mi sangre,
largo clavo de luz
que me punza los ojos,
me atraviesa la frente
y baja como hilo de miel y vinagre
hasta el hueco de vidrio de mi pecho.

Me golpean sus húmedas imágenes
como un río que sale de su cauce
y lleva entre sus aguas
marionetas de fango.

Llega hasta mis huesos
su vuelo de metal,
su esquila de algodón,
su rosario de pájaros.

Es como un ave gris
volando entre la niebla.

[III,80]