Golpeo con mis puños las puertas de la noche,
sabiendo que mi grito no llegará a la estrella
donde los hombres del espacio
sostienen en sus manos el vuelo de la luz.
Pero sigo gritando
por esta tierra oscura que se pudre
con su fango de luces de diamantes.
Pido paz fuera de los cuarteles,
fuera de los discursos y los vientres
que roban alimentos al hambre de los otros,
pido paz en el hogar del hombre,
esa paz imposible del idioma del Cristo
que otra vez clavarían al madero
si bajara a la tierra a ordenar la justicia.
Y sigo golpeando las puertas de la noche
para ver si el dolor de los vencidos
sube como oración hacia la estrella
donde viven los hombres del espacio.
[III,434]