Los gatos

Maullidos como lepra,
como un cordón de nervios en un ojo cortado.
Los gritos de los gatos perforaban mi frente
y agrandaban mis ojos comiéndome los párpados.

Los dientes de la luna,
la tisis de la escarcha cubriendo
el terciopelo de eléctricos abrazos,
la boca de la luna besando la lujuria,
oliendo la lujuria como un papel mascado,
como las venas rotas de una niña tendida
que arroja por el pubis un crepúsculo largo.

La noche blanca y fría partida en azucenas,
los jazmines del tiempo se pudrían despacio,
mi cuerpo resbalaba mielado de algas tenues
cosido al túnel niebla donde el grito es un árbol.
Los ángeles del frío encadenando el agua,
llenando de nieve la alcoba de los gatos,
la fiebre de los pelos inventando alfileres,
las brisas de esmeralda bailando en los tejados,
los xilofones negros gimiendo como niños,
los peces del sueño convertidos en barcos.

El latido mordiendo, el latido gimiendo,
el latido arañando; el latido borracho
con las uñas de fósforo incendiando tejados.
Llueven cortinas negras enlutando mi patio.
En la luz del pasillo han sonado las sombras
y maullidos de lepra me deshojan las manos.

[I,209]