I
¿Dialogáis con las cosas apasionadamente?
Las cosas nos malogran haciéndonos esclavos.
El hombre vive libre cuando no tiene nada
y pisa la ciudad como si fuera una calle
para salir al campo.
Recuerdo aquellos días.
Guadiana era un milagro donde tiraba mi dolor,
donde flotaba mi dolor como si fuera un barco.
Yo no tenía nada,
ni siquiera un cigarro,
mis viejos pantalones remendados
y mi camisa rota
para que pudiera respirar mi pecho flaco.
Yo no tenía nada
y los relojes estaban
lejos de mis brazos,
amigos como el roce de la nieve
sobre el ramaje de los álamos,
el agua de la isla para dejar mi cuerpo
como un tronco flotando.
El arpa del molino cantando
con su son monótono y lejano,
la garza de la siesta que cruzaba volando
sobre el dulce bochorno de los sauces,
las orillas del río cubiertas
de nenúfares blancos.
Yo no tenía nada
y era libre como un pájaro.
II
Ahora tengo una mujer
que me ha dado un poema
en forma de muchacho,
tengo amigos y amigas
más allá del Atlántico,
los de aquí no los nombro
porque los toco siempre con las manos.
¿Las cosas esclavizan?
Ahora tengo en mi carne la sonrisa
de este poema en forma de muchacho
y una mujer vestida con mis sueños
que me calma mis fiebres de sonámbulo.
Tengo la poesía rozándome los párpados
y el alma antigua como un río
para que pueda navegar mi corazón delgado.
¿Algo es tener un poco
de arena que se escapa de las manos?
Las cosas para mí son como alondras
que cantan primaveras en mis brazos.
[II,518]