Qué propio está el paisaje con el árbol,
el sol, el agua y la casita.
Qué propio el bodegón con la perdiz,
qué propia la vasija.
Qué propio está el juez cuando condena,
qué propio está el poeta cuando rima,
qué propio está el tirano con el pueblo,
qué propio el hombre sembrador de hijos
y la mujer que al mundo multiplica.
Qué propio está el cadáver en el nicho,
la imagen en el templo
y el púlpito en la iglesia.
Qué propio está el soldado en el desfile,
el discurso en la boca del político
y la guerra en las manos del progreso.
Qué propio está el obrero en el tornillo,
la silla en la visita, la mano en el saludo,
la boca en el halago
y qué propia en el suelo la rodilla.
Qué fríamente propio está lo propio
ahogando el aire impropio de la vida.
[III,172]